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Tego Calderón, el orgullo del Tercer Mundo.


Y, finalmente, inmortalidad, al convertir un exorcismo personal, 'The Underdog/El Subestimado' (2006), en una de esas obras maestras que dictan tendencia local (la asunción del legado salsero) y logran reconocimiento universal.

«Ni el 'reggaetonero' número uno, ni el más 'hiphopper': quiero ser, simplemente, el músico que aparece en mis canciones», dice hoy Esteban Tegui Calderón Rosario, recreándose en la relajada concepción de su nuevo álbum. Fiel reflejo de la felicidad que, al fin, le embarga, 'El Abayarde' contra-ataca propone un retorno al principio menos sustantivo, pero igual de consecuente.

Optimismo y ortodoxia, esperanza y estribillos en un título que recupera su más célebre seudónimo y que, como el insecto que lo inspiró, no se olvida de picar: "Podrás cambiar la careta / nunca los cuernos de chivo / Con tan buena madre / Y tan mal parido" ('Quiéreme como soy').

Políticos y jueces siguen siendo los objetivos de un aguijón acerado por un pasado de leyenda; el de un joven de buena cuna educado en Miami que, de regreso a San Juan, ingresa en prisión por posesión ilícita de armas y agresión; el de un antiguo batería de rock que descubre en el sonero Ismael Rivera un antecedente literario de Chuck D., Ice Cube y Notorious B.I.G.; el de un devoto del rapero Vico C, que se inicia en el sonido del presente boricua a través del baile y acaba erigido en su mayor autoridad.

Una autoridad que nadie discute y que ha sido recientemente reclamada para pacificar el muy aireado combate entre los dos pesos pesados del reggaetón, Daddy Yankee y Don Omar.

Pregunta.– Retarse en público, ¿no es una estrategia para estimular las ventas?

Respuesta.– Claro. Yo he tenido mis batallas pero sé y ellos saben que, cuando les tiro, no utilizo la prensa. La competición es inherente al género pero, ahora mismo, la cosa está tan comercial que todo se saca de proporciones. Y no me gusta ese espectáculo.

P.– Encarna a un gánster en la película 'Illegal Tender' (Franc Reyes, 2007). ¿Nunca ha querido interpretar ese mismo papel en la vida real?

R.– Esta isla es muy pequeña: 100 kilómetros por 35. Y, si tú presumes de lo que no eres, la gente se da cuenta. Como digo en mi nuevo disco: lo hecho, hecho está y yo no voy para atrás. He pasado por la cárcel y, aunque no me avergüenzo, tampoco me vanaglorio. Me limito a luchar por la vida y a denunciar lo que considero injusto.

P.– En este sentido, se ha manifestado contra el racismo, la especulación inmobiliaria y las condiciones laborales que imponen ciertas multinacionales. Dado que el reggaetón no se caracteriza por su conciencia social, ¿se considera una excepción?

R.– Los artistas debemos tomar partido porque tenemos una responsabilidad respecto a los que nos escuchan. Pero también respeto a quienes deciden no comprometerse. Además, no todo el mundo puede ser Rubén Blades; tiene que haber un Fankie Ruiz, un Eddie Santiago. Lo importante es que cada cual haga lo que deba.

P.– Ha grabado con estrellas de la salsa y con grandes del 'hip hop' como 50 Cent, Usher, Wyclef Jean o Mala Rodríguez. ¿Con quién le gustaría colaborar en el futuro?

R.– Hay un panameño con tremendo talento llamado Kafu Banton que, fuera de su país, todavía no ha sido descubierto. Y luego están Juan Luis Guerra y, por supuesto, Rubén Blades. En el ámbito anglosajón, por desgracia, mis ídolos ya se retiraron. Hablo de Eric B. & Rakim, Big Daddy Kane... Lo nuevo no es tanto lo mío; yo admiro a los clásicos.
Mal que le pese, Tego Calderón (Santurce, Puerto Rico, 1972) va camino de pasar a la historia como el padrino del reggaetón, un título que no compensa lo mucho que ha porfiado por su legitimación artística. El género le venera, pero nunca podrá devolver todo lo que le ha dado.

Primero, popularidad, cuando 'Cosa buena, Gatas gozan' y esa secuencia de singles recopilada en 'El enemy de los Guasíbiri' (2004) transformaron lo que todavía se llamaba 'underground' en una fórmula vendedora y rentable. Luego, credibilidad, dinamitando la frontera del formato álbum gracias a un debut, 'El Abayarde' (2002), que asentó la denominación de origen Puerto Rico con sus citas a la bomba, la plena y otros tesoros del patrimonio rítmico nacional.

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